Filosofía:
Una vez un anciano campesino, trabajaba la tierra con su hijo. Un día el hijo le dijo: - Padre, ¡qué desgracia, se nos ha escapado el caballo!. - ¿Por qué le llamas desgracia? respondió el padre, veremos lo que trae el tiempo... A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. - Padre, qué suerte! exclamó esta vez el muchacho, nuestro caballo ha traído otro caballo. - ¿Por qué le llamas suerte? - contesto el padre, veamos qué nos trae el tiempo. Días más tarde, el muchacho quiso montar ese nuevo caballo, y éste, no acostumbrado al jinete, enfureció y lo arrojó al suelo. El muchacho al caerse se quebró una de sus pierna. - Padre, qué desgracia! exclamó el muchacho. - Me he quebrado la pierna! El padre, con calma por su experiencia y sabiduría, le dijo: - ¿Por qué le llamas desgracia? Veamos lo que trae el tiempo! Al muchacho no le convencía de la filosofía del padre, sino que se quejaba en su cama.
Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Llegaron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y continuaron su camino. El joven comprendió que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno. La moraleja: la vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo bueno, malo. Lo mejor es esperar al día siguiente porque todo sucede con un propósito para nuestras vidas.
Autor desconocido.
El Juicio:
Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: - Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'.
Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino. Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”. La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el sistema era una trampa. Cuando el juez lo conminó a toma uno de los papeles, el hombre respiró profundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, se lo metió a la boca y lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon. - Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto? - Es muy sencillo, replicó el hombre. - Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué. El juez con asombro y enfado, tuvo que liberar al acusado. Moraleja: Nunca dejemos de luchar hasta el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.
Albert Einstein.