Recuerdo una de las experiencias más gratificantes que compartí con un grupo de mujeres. Las 54 Diosas realizamos una caminata por l´Ametlla de Mar hasta el Perelló bordeando la costa catalana de Tarragona.
Me encanta compartir con mis hermanas las féminas, además, así potencio una condición de las hembras, juntarnos y compartir. Las mujeres necesitamos explicar las cosas y en los momentos más duros ayudarnos y consolarnos.
¡Que paisaje tan maravilloso! Aguas transparentes, clima mediterráneo, fauna autóctona, y el privilegio de honrar a la Tierra en el más grande de los espectáculos; simplemente disfrutar. Recordando esa historia he adoptado una expresión, haciendo homenaje a un gran actor español, Paco Martínez Soria y una de sus películas más populares: “se armo el Belén“.
Ese divertido film narra como un sacerdote organiza un belén viviente para incentivar a los feligreses en las actividades de la parroquia. La trama se complica cuando los participantes han de salir por televisión, todo un acontecimiento en los años 70 y ahí es donde se manifiestan las claves ocultas del ego y su posterior transformación.
Cada uno percibe su propia realidad:
En esta salida, como observadora de la vida, estaba muy atenta a todo lo que acontecía y al “Belén” de cada uno. Algunas de las mujeres adoptaban el rol protagonista, otras sumiso, el de simpática, la líder boicoteadota, etc. De todos ellos el que más me llamo la atención fue el de inferioridad encubierto por unas ansias de agradar a los demás. La insegura.
Todo aquello que nos llama la atención, independientemente de las circunstancias externas, tiene que ver con nuestra parte más profunda y obviamente, con la sombra; aquello que no puedo ver, que no se ver, que no quiero ver.
Todo ello es innato en el ser humano, esta adherido a tu personalidad. La sombra una gran fuente de crecimiento y un despertador de ti mismo. Esa parte oscura esta siempre contigo, es tu maestra y como tal hay que estar atento a sus llamadas. Recuerdo perfectamente la escena.
Una cala preciosa, el sol brillando con todo su esplendor, el sonido de la mar contra las rocas que dibujaban la arquitectura de la Madre Tierra, fragancias acuñadas por los alimentos marinos que evocaban la riqueza del paraíso. Pura poesía. Música celestial. Pintura sagrada. - Que bonito!!- se oye una voz firme con tono de admiración que me saca de mi grato embelesamiento.
Continúa... - Que paz!! Y que silencio!!. No pasa ni cinco segundos y sigue. - No se oye nada!! Qué bien se está!!!. Pequeño instante sin hablar, tipo lapsus. - Y que silencio!!! Y así pasan unos minutos interminables, hasta que de nuevo se reanudo la caminata.
El sonido de tu ser:
¿Como es posible que haya esa adicción al hablar? Con lo hermoso y necesario que es contemplar. Estar. ¿Y la necesidad de demostrar? Y sobre todo, de llamar la atención. El control. El mensaje oculto del interior es: estoy aquí, existo, mírame, etc. ¡Que cansado! Es un agotamiento perpetuo.
Un sin vivir. Si investigamos más profundamente, deduciremos una falta de paz. La mayoría de seres carecen de la tranquilidad, confianza y seguridad para mostrarse tal y como son, con la autenticidad de su esencia. Siempre se “adaptan” a las necesidades, a la aprobación de los demás. Y ahí es cuando “se arma el Belén”.
La sabiduría popular es muy clara al respecto: no pueden haber dos gallos en el gallinero. Y a diario nos encontramos con situaciones donde la vida nos coloca en el lugar que nos corresponde para aprender, crecer, ser mejores y sobretodo integrar nuestra sombra.
Otro dicho apunta: si pica, es porque hay que rascar. A lo que añado con el permiso del lector, que bueno que ocurra, ya que es el síntoma de que estás tomando distancia entre lo que crees que eres y lo que realmente eres.
Hay que estar muy atentos. Ser sabuesos de sí mismos. Escudriñar en lo más íntimo del ser para tener la recompensa; ver la película “se armo el Belén” con mucho gozo y diversión.
No hay más…
Mitakuye Oyasin