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El síndrome de volver a empezar nos espera a la vuelta de las vacaciones.

 

Cada año se repiten las mismas publicaciones que nos advierten acerca de una dolencia postvacacional, el síndrome de volver a empezar, que se caracteriza por un repertorio de síntomas muy característicos y una duración escasa, de apenas dos o tres semana.

Este año sumamos al desánimo, al cansancio, al insomnio otras alteraciones emocionales como el nerviosismo, el miedo y la incertidumbre: regresar al trabajo y a la rutina en tiempos de la pandemia es lo que tiene.

¿Cómo no estarlo? Sin embargo, si te preguntaran de qué manera afrontas tu regreso al hogar, quizás no podrías responder. La mayoría de nosotros mostramos cierta desazón cuando volvemos de un viaje intenso o cuándo nos toca afrontar la vida cotidiana o adaptarnos de nuevo al ritmo laboral.

¿Cuál sería la causa? Probablemente hemos conectado con cientos de estímulos en nuestro viaje o retiro, conectando con la Tierra o el mar, revelando nuestra naturaleza en cada paseo.

Si volvemos al trabajo la sensación de satisfacción se disuelve a causa del estrés y por las cargas emocionales que suelen contaminar nuestros lugares de trabajo, un entorno duro habitualmente. No siempre es así, pero la renovación que nos prometen las vacaciones suele ser transitoria y retorna la insatisfacción tras la vuelta a la cotidianidad.

¿Qué podemos hacer? Lo que es importante recordar es que no existen las casualidades en la vida; cada síntoma de alarma en nuestro camino nos da una oportunidad para crecer, y por ello, merecen también nuestro agradecimiento.

No descartes de que el «síndrome de volver a empezar» te está revelando la necesidad de cambiar de trabajo, o bien de revolucionar ese entorno hostil para apaciguarlo y llevarlo a tu terreno.

 

Se trata de actuar:

 

–Identificar el trabajo con la felicidad es erróneo: es tan solo un entorno más donde ponernos a prueba.

Valora si ese trabajo te da opciones para autorealizarte, si te permite tener relaciones auténticas, y deja de poner la atención en lo negativo (¡lo alimentas!).

Cómo te explicaba en un artículo anterior, a veces aportar flores o un elemento de la naturaleza puede cambiar la energía de ese entorno, mejorándolo.

–Trata de activarte entre semana, realizando actividades que conecten con tu esencia y realiza paseos por la naturaleza; descubre cómo se manifiesta en cualquier entorno urbano.

Lo ideal es cultivar tu pasión verdadera: escribe, canta, aprende a tocar un instrumento, lo que sea… ¡Descúbrela! Ahora es el mejor momento.

–Ser agradecidos activamente puede influir positivamente en la actitud y la perspectiva que uno tiene de la vida. La clave está en la palabra “activamente”.

Eso quiere decir dedicar tiempo a reflexionar, llevar un diario de gratitud, escribir  y, cómo no, practicar algún deporte o actividad física.

–Evita participar en conversaciones tóxicas o entornos negativos, tanto en las redes sociales como en la vida. Recuerda que se propagan velozmente, contaminándolo todo.

–Si te sientes estresado, PARA. Descargarte cuando ya estás ahogado, porque no llegas tiene muy mal pronóstico, y el estrés postvacacional, el síndrome de volver a empezar, acaba generando problemas graves de salud. Se trata de adquirir un hábito saludable: fluye pero no te agobies.

–Ríe (nada es más chamánico que reír). Afirmarse en el humor es mano de santo: La risa es la mejor medicina para la salud.

–Si todo este arsenal no es suficiente, siempre tienes la opción de participar en uno de nuestros retiros espirituales.  

Una opción perfecta para limpiar la mente y el espíritu, obteniendo el enfoque correcto para reforzarnos en este período. Del 17 al 20 de septiembre celebramos el Retiro Espiritual del equinoccio para preparar la salida del año.

 

¿Qué actitud vas a tener al vuelta de las vacaciones?

¿Abonarte a la queja o tomarás las riendas de tu vida?

Ana Hatun Sonqo